Para nuestros antepasados ser cazador o presa era una cuestión permanente, indeclinable. Y las consecuencias de relajarse por un momento podían ser fatales.He aquí una continuación del impulso de preservarse que posee toda especie.
Ahora bien, ya no habitamos las cavernas y por lo general no nos persigue ningún león, pero éste útil impulso vital inicial y conservasionista continúa.
La sensación interior de separación, división y oposición al entorno persiste en nosotros bajo el nombre de ego.
Es decir, olvidamos completamente que somos parte integrante del Universo o lo que es igual El Universo y no otra cosa.
Para hacer una analogía pedestre pero ilustrativa, digamos que al ver una porción de pizza pensamos más en su carácter de porción que en su esencia de ser pizza, como si al fraccionarse o escindirse se hubiera convertido en algo completamente distinto.
Esto es una forma de adiestramiento mental que llevada a la realidad humana se traduce en milenios de: Yo, tu, opuesto, enemigo, lucha, guerra, país, esclavitud, sometimiento, resentimiento y un agobiante etc.Todo ello sin el más mínimo fundamento científico.¡Tan apegado que se declara el hombre moderno a la ciencia! ¿O acaso desde una foto satelital de La Tierra se ven las naciones de distinto color y con rigurosos contornos demarcados?
Sí es posible, sin embargo, encontrar a algún Gran Emperador o jefe militar promotor de todo tipo de calamidades reducido a un montón de huesos y con sus átomos formando ésta o aquella hormiga.
La pregunta es: ¿Ya evolucionamos lo suficiente para tener otra realidad distinta, desobediente de la tiranía de la bestia interna?
El Universo nos ha contenido durante todo este tiempo... quizás... creemos que avanzamos, como el hamster que corre en su rueda de ejercicios.
ResponderEliminarMe gusto leerte, asi que... te sigo. ^^